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EL ELEGIDO

| domingo, 13 de enero de 2013
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Era una noche oscura, el castillo apenas estaba iluminado por las antorchas que estaban emplazadas en el puente y el foso, hasta la luna parecía haber desaparecido ante la posible presencia de la gran bestia.

Las antorchas proyectaban enormes sombras fantasmagóricas, que se reproducían en las paredes de la torre del castillo, los guardias, que no eran mas de veinte hombres asustados y entregados a su suerte por el rey, solamente se miraban entre sí, preguntándose cuál de ellos sería el almuerzo elegido esa noche por la bestia alada.

Se rumoreaba que los guardias que habían sobrevivido a la experiencia de haber visto a la extraña criatura voladora con sus propios ojos, eran inmediatamente reemplazados, relevados de sus puestos en el castillo, eran mandados a realizar tareas sin importancia a otros pueblos, o simplemente desaparecían; esta maniobra, la había ideado uno de los asesores del débil rey, el cual, solamente ante la pregunta del porque cambiaba de guardias tan asiduamente, solamente mandaba a presentar justificaciones apenas creíbles como por ejemplo, que los hombres no se habían presentado a sus puestos, o que no pertenecían a la guardia real; el verdadero temor del monarca, era que sus súbditos empezaran a sospechar que las historias en torno a la bestia alada eran reales.

Las historias que se tejían alrededor de la bestia decían que su cabeza era más grande que tres carretas cargadas de heno, que sus alas extendidas, eran mas largas que un río, que su cuerpo era más pesado y extenso que diez castillos, que sus pezuñas eran más afiladas que el hacha del verdugo, que su aliento era el fuego del mismísimo diablo y que sus ojos... sus ojos, dejaban petrificados a los que se atrevieran a mirarlo de frente.

La primera reacción del rey, fue hacer oídos sordos a los rumores de que existía una extraña bestia que revoloteaba cerca de las villas, y que desaparecía detrás del bosque apenas despuntaba el sol.

Pero la primer prueba directa, la había recibido una noche oscura y cerrada, en la que la luna era ocultada de vez en cuando por nubes pesadas y grises, la guardia de esa noche, estaba compuesta por apenas diez hombres, pues no se esperaban visitas, no había fiestas ni reuniones; de repente y de la nada, según le contó al rey uno de los hombres, había aparecido una gran bestia voladora...
Su primer revoloteo alrededor del castillo, había apagado al instante las más de cien antorchas que se encontraban emplazadas alrededor del foso, el puente y la torre; todos los hombres se habían quedado estupefactos, pues, lo que ellos consideraban que era un gran pájaro, parecía ser una bestia con alas enorme y veloz, que surcaba los cielos nocturnos como si hubiera nacido de las mismísimas penumbras.
El guardia le contaba al rey, entre temblores de todo tipo, y palabras que se atascaban en su garganta, que la bestia, después de su primer vuelo, había regresado y que se había quedado suspendida en el aire por varios segundos batiendo sus alas, el hombre decía que el viento que producía las alas, era tan fuerte, que volteó a dos de los hombres que estaban en la torre y dio vueltas una de las carretas que estaban cerca del foso, y que un segundo después, la bestia se había lanzado casi en picada directamente hacia uno de los guardias que cuidaba el puente...
El rey, miraba azorado al hombre mientras éste relataba su historia, pero lejos estaba de creerle, y dejó continuar hablar al nervioso hombre; éste, le dijo al rey que después que la bestia se hubiera lanzado hacia uno de los hombres, lo había tomado con una de sus enormes garras, en las cuales éste desapareció por completo, pero después de eso…
El rey se levantó enfurecido de su sillón y le espetó al hombre con furia:
―¡Después...! ¿Después que…? ¡dime, dime que pasó imbécil!
El guardia, que estaba a punto de desmayarse y a esa altura tartamudeaba sin parar le empezó a decir al rey:
―la... la...
―¡Dime que pasó!!!! ―gritó el rey con furia
―la... la... bes... bestia… habló ―dijo el guardia.
El rey cambió su gesto y su cara se volvió pétrea. El guardia hizo silencio, sus rodillas temblaban; el rey, miró un segundo al hombre y rápidamente y en un ágil movimiento lo tomó fuertemente del cuello y lo atrajo hacia su rostro
―Pero…¿crees que tu rey es un imbécil?
―No… nnn… nno mi señor ―dijo el guardia.
―¿Crees que tu rey es tan incrédulo como para creer que existen criaturas voladoras parlanchinas en la noche?, ¿ehhh…? ¿crees eso de tu rey? ―suspiró, se tomó la frente, y sin soltar el cuello del guardia le hizo una seña a uno de sus guardias para que se acercara, le desenfundó la espada y prosiguió diciendo―: ¿Crees que tu rey es un idiota? ―le dijo mientras le colocaba el filo de la espada en el cuello
―No... nnn nnno mi señor ―dijo el asustado hombre.
―Entonces, si tú no crees que tu rey es un imbécil, si tu no crees que tu rey es un idiota,..¿Por qué razón le mientes a tu rey?
El silencio en el gran salón del castillo fue total, y todos estaban expectantes de la respuesta del guardia.
El rey presionando un poco más la espada en el cuello del hombre le dijo:
―mira, te estoy dando la oportunidad de no perder tu estúpida cabeza, así que dime la verdad―
―Estoy diciendo la verdad, mi señor ―fue la respuesta del guardia.
―¡Ahhh! comprendo ―vociferó el rey en tono burlón―, y si tú estás diciendo la verdad, dime: ¿Que te dijo la bestia alada y parlanchina? ―dijo haciendo un gesto burlón con la mano libre―, ¿Te dijo que quería pasar al castillo?, o acaso ¿Te invitó a cenar? ―todos los que rodeaban al monarca, menos el guardia, festejaban su ocurrencia con una risa apagada―.
―Lo que dijo, mi señor ―empezó a decir el guardia―, te escucho, atentamente ―interrumpió el rey―; lo que dijo la bestia mi señor ―siguió diciendo el guardia, con sus ojos desorbitados, mirando de soslayo la hoja de la espada―, fue... que después…
―¡Sí…?
―que desss… pués que… que… que se llevara a todos los hombres, vendría por… ppp… porrr usted mi señor, ppp… por porque usted... usted… era el elegido-.....
Se hizo un gran silencio en la sala, el rey bajó tranquilamente su espada, y su mirada se perdió en la nada...
―¿El elegido…? el elegido ―murmuró el rey mientras se retiraba lentamente del cuerpo tembloroso del guardia ―el elegido ―volvió a decir.
Giró haciendo un sonido agudo con los tacos de sus botas; y quedó de espaldas al guardia que seguía temblando; éste abrió la boca para decir algo, pero antes de eso el rey frunció el ceño y una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Un filo cortó el aire con un zumbido agudo, y le seccionó limpiamente la cabeza al guardia; el cuerpo del pobre desgraciado, cayó convulsionado a los pies del monarca a la vez que la cabeza rodaba por las escaleras y quedaba junto a una de las mesas de roble donde se ofrecían algunos de los banquetes.
Todos los asistentes bajaron la mirada al instante, mientras que otros solamente se cubrieron los ojos con las manos.
Hecho esto, el rey mandó a retirar el cuerpo y enterrarlo en un lugar alejado; y advirtió severamente al jefe de la guardia, que si algún hombre a su cargo osaba con mentirle otra vez, daría orden de cortarle la cabeza inmediatamente...
Al atardecer, la cabeza del infortunado había sido clavada en una larga estaca y colocada en la torre para que los demás guardias la contemplaran y vieran lo que les sucedería si alguno de ellos se atrevía siquiera a mentirle nuevamente, o comentar una historia tan descabellada como la que había inventado el decapitado.
Pero a la mañana siguiente, lo único que se comentaban entre sí casi todos los hombres de la guardia, era la nueva aparición de la bestia.
El jefe, citó a todos los hombres de todos los turnos y les advirtió de la severidad del castigo si el rey se enteraba de la situación, pero los hombres no solamente seguían comentado lo sucedido, sino que se negaban terminantemente a pasar otra noche haciendo guardia en las torres, los patios y los alrededores del castillo.
Le comentaron al jefe, que la bestia había aparecido de la nada, como si saliera de la misma luna, que había revoloteado dos veces por el castillo, y que en un movimiento veloz, había caído en picada sobre la torre...y se había robado la cabeza del guardia...
El jefe también escuchó incrédulamente la historia, pero tenía dos puntos o tres...que no cerraban para ser un mero invento de los hombres: la cabeza del guardia había desaparecido, los hombres estaban más que asustados, y dos de esos hombres temerosos eran sus hermanos; y él bien sabía, que sus hermanos jamás faltaban a la verdad.
Fue cuando un asesor del rey al escuchar los comentarios de los hombres, convenció a éste para hacer grandes cambios en la guardia real, fue así que el jefe de la guardia y sus hermanos fueron enviados a otras villas, y los hombres que eran convocados para realizar las guardias del castillo, se presentaban ante el rey antes de tomar sus puestos; hacían la guardia por una noche, y luego eran enviados a otros lugares, eran asesinados, o silenciados con monedas de oro; y a la noche siguiente, se presentaban nuevos hombres que desconocían la situación, o no estaban al tanto de los comentarios.
Las apariciones de la bestia se fueron sucediendo noche tras noches, durante un largo tiempo, y en este lapso, varios hombres habían desaparecido.
El rey, temeroso de perder el dominio de la situación (que posiblemente pensaba, desencadenaría en un posible levantamiento de la plebe, pues, la mayoría de ésta, estaba formada por amigos, padres y hermanos de los desaparecidos) mandó a organizar durante varios días sin sus noches, dudosas fiestas para ganarse nuevamente la confianza de sus súbditos, preocupado a la vez por los comentarios que seguían diciendo que la bestia, en cada oportunidad que se presentaba, decía que vendría por el rey; pues, era el elegido.

Fue exactamente al término de un año de cumplirse la primera de las desapariciones, que la bestia alada, volvió en vuelo asombroso al castillo no para llevarse a un hombre, sino para regresarlo…

El primer hombre que fue dejado en la torre del castillo, era un hombre al que los guardias desconocían por completo. Éstos se miraban totalmente incrédulos entre sí, no sabían como reaccionar, y lo único que se les ocurrió fue acorralar al hombre en el mismo lugar en el que la bestia lo había dejado.

Enseguida fue maniatado y llevado al gran salón, ante el rey...
El rey, que había sido puesto al tanto de la situación antes de que el hombre estuviera frente a él, discutía airadamente la aparición con sus asesores y magos; los cuales, estaban completamente o más desconcertados que el rey, e inventaban diferentes explicaciones; algunas de ellas tan desopilantes, como que el hombre devorado por la bestia había mandado una réplica de sí mismo, o que un mago poderoso se hacía pasar por el muerto para crear confusión y así, apoderarse del reino… cualquier explicación parecía ser válida.

Cuando el hombre reaparecido estuvo frente al rey, el monarca no daba crédito de lo que veía, el hombre que estaba parado en su presencia, era el mismo hombre que él mismo había decapitado hacía tiempo atrás; el rey, sus asesores, el mago y los bufones, retrocedieron inmediatamente, pensando que era un fantasma espectral que volvía desde más allá para vengar su propia muerte...

Pero el hombre, antes que el rey dijera palabra alguna empezó a hablar:
―No he venido a hacerte daño, sólo he venido a decirte que los hombres que han sido llevados por el dragón no han sufrido daño alguno, solamente fueron llevados a la tierra del Saber; y en el palacio de las Ciencias fueron instruidos en armas, medicina, religión, números, lectura, escritura y en otras mancias, las cuales están fuera de tu entendimiento.

El rey todavía no salía de su asombro, y escondido casi detrás de su sillón, preguntó: ―¿Uunnn dra..dra...dragón?....¿Qué que..es un dragón…?
―El dragón ha proclamado, que tú eres el elegido ―dijo el aparecido.
El mago, que tampoco salía de su asombro enseguida se acercó al monarca y le dijo que no se dejara llevar por las palabras de un espectro que tenía la cabeza de nuevo en su lugar, pero el rey no podía dejar de escuchar ni de mirar al hombre, el cual dijo nuevamente:
―Mi señor, usted es el elegido…
El rey se encontraba fuera de sí, tanto por la aparición del hombre al que él mismo le había cortado la cabeza, como por lo que éste decía.
El monarca, salió lentamente de atrás de su sillón, y preguntó:

―¿Co… co… cómo es que tú…? ¡ejemmm! ¡Cómo es que tú, estás vivo, y con tu cabeza? ―el mago les hizo una seña a los guardias privados para que protegieran al monarca mientras que salía de su improvisado escondite―.
―Mi señor ―empezó a decir el aparecido― usted está frente a un milagro que escapa a su entendimiento, he sido favorecido con un viaje a la tierra donde el tiempo no existe, donde la muerte y la vida son los puntos opuestos de una misma delgada línea que divide este mundo conocido, de otro mundo espiritual, es por eso que yo estoy aquí, para decirle a usted, mi señor, que usted es el elegido-
―¿El elegido? ―repitió el rey

―Sí mi señor, usted será el elegido entre todos los que fuimos a la tierra del saber, por que usted y sólo usted, pasará a formar parte del dragón, para que sean ambos uno, para que usted sea un ser fundido con otro, el dragón, el cual es el portador de toda la sabiduría del Maestro…
El rey sonrió solemnemente, y dijo:
―Bien, espectro, o lo que seas ―empezó diciendo el monarca―, si tu dices que yo me fundiré con la sabiduría de la bestia, a la que tú llamas dragón, estaré dispuesto a arriesgarme a ser raptado para ser llevado a esa tierra mágica que pregonas y allí me instruiré para ser poderoso, mágico e inmortal como tú…
Y dicho esto dispuso todo, para que el año que él faltase, estuviese al frente de su reino la persona más indicada, o sea... él mismo, por eso dejó instrucciones precisas, de que al hombre que osara posar sus asentaderas en el sillón real, le sea cortada la cabeza inmediatamente.
Sus asesores, magos, bufones y todos los aduladores de turno, dieron una gran fiesta por la tarde dentro del castillo; a la plebe solamente le arrojaban las sobras mediante canastos, que estaban ubicados en lo alto de la torre, y así fue cayendo el sol lentamente.
El rey estaba listo para su viaje.
Ya entrada la noche se escuchó a lo lejos un extraño y grave sonido: era el batir de las inmensas alas de la bestia que se acercaba.
El rey temblaba en la torre, y todo su personal más cercano temblaba con él, la guardia estaba completa y sus hombres estaban en sus respectivos lugares.
Cuando la criatura, estuvo lo suficientemente cerca del castillo se detuvo un segundo en el aire, y escudriño a todos los hombres que se encontraban en la torre; cayó en un vuelo casi rasante por una de las paredes laterales y volvió a ascender, dejando suavemente en el lugar a otro guardia que había sido raptado e instruido en la tierra de las Ciencias.
Nuevamente se acercó y en vuelo suspendido hacia la torre, clavó sus gigantes ojos en el rey; el monarca que estaba por demás exaltado por tantas sorpresas, se inclinó y sus esfínteres se relajaron completamente, haciendo que su orina corriera libremente por una de sus piernas...
Y se escuchó una voz como de trueno:
―¿Quién es el elegido?
Los hombres que no podían racionalizar lo que veían, estaban sin palabras, solamente el mago del rey dijo:
―Él, es el elegido ―señalando al patético rey que estaba en cuclillas.
―¿Él es el elegido? ―preguntó de nuevo el dragón―.
―¡Soy yo, el gran rey! ―gritó el monarca, componiéndose y apoyándose en el mago, mientras trataba de ocultar sus calzones mojados―.
El inmenso dragón lo miró y le dijo:
― Hombre necio y cobarde, no solamente estáis desposeído de toda virtud, sino que también me habéis entregado a todos estos hombres en tu lugar, éstos, a los que yo me he llevado a la tierra del Saber en presencia del Gran Maestro, y Él, en su inmensa misericordia, me ha mandado a instruirlos con todo el saber de las ciencias, en vez de ser devorados por mí, y Él, fue el que ha devuelto a la vida al que tu matasteis, y este regalo de la sabiduría que en principio había sido destinado para ti, fue impartida por el Gran Maestro entre todos estos hombres de buen alma, pero Él en su inmensa sabiduría, me ha dado el permiso para que uno de todos estos, sea parte de mí, y ese eres tú… ¡Tú eres el elegido!

Y dicho esto, en un movimiento preciso e infinitesimal, el gran dragón atrapó con una de sus garras el cuerpo del rey y se lo devoró de un solo bocado, ante la mirada asombrada de todos; luego, abrió sus inmensas fauces y con un sonido ensordecedor parecido al de diez mil cascadas de agua en todo su esplendor, voló hacia el oscuro cielo y se perdió en la noche.

El elegido ya era parte del dragón, ya se había fundido con él, el elegido había cumplido su cometido, había sido una apetitosa cena...
Cuenta la leyenda, que después de un tiempo, el dragón retornó al último hombre que había sido instruido en la tierra del Saber; y hecho esto, jamás se lo volvió a ver por el castillo, aunque se rumoreaba que se lo había visto incontables veces en distintos lugares.

El primer hombre que fue devuelto sano y salvo por el dragón, el hombre al que el rey cobarde había decapitado, fue nombrado rey debido a la inmensa sabiduría con la que contaba, y él mismo se reunió al fin con todos sus compañeros que habían sido instruidos por el Gran Maestro y que habían sido devueltos noche tras noche.
Para honrar la sabiduría encomendada, él hombre mandó a tallar en todos sus escudos un dragón dorado, que fue el símbolo de su reinado, y mandó a construir una mesa redonda donde nadie sería líder, porque como él mismo repetía una y otra vez: "la sabiduría es una, y es compartida por todas las almas mas allá de este reino".
Cuentan que el hombre no se hacía llamar por su título de rey; sino por su nombre, el mismo que utilizaba cuando era un guardia: "Arturo".

EL ELEGIDO

Posted by : Unknown
Date :domingo, 13 de enero de 2013
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